Con un grito de rebeldía exigieron la reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias. Inicialmente la protesta comenzó con más de 80.000 trabajadores, lo que luego se convirtió en una huelga nacional en diversas fábricas de Estados Unidos.
La concentración comenzó gracias a los ideales promovidos por un grupo de sindicalistas anarquistas, que con la fuerza de otros obreros lograron tomar fuerza contra el sector empresarial.
La protesta inicialmente dada en Chicago, logró propagarse por otras ciudades norteamericanas logrando captar más de 5.000 obreros. Pese a los esfuerzos, el gobierno criticó tal movimiento como “indígnate e irrespetuosa” además fueron catalogados como “poco patriotas”.
Los trabajadores no abandonaron las calles, y el conflicto se hizo cada vez más fuerte causando preocupación por parte de la política y el gremio empresarial.
A pesar de que los sectores patronales accedieron a reducir la jornada a centenares de obreros reconociendo el levantamiento, 31 obreros fueron acusados de ser promotores de problemas y por ello fueron condenados, unos a cadena perpetua mientras otros fueron a la horca.
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