El desarrollo de la conflagrafación dejaría expuestos una serie de puntos centrales en lo que hacen a la relación entre una potencia imperialista como Gran Bretaña y un país semicolonial como la Argentina.
La guerra pondría al desnudo la enorme irresponsabilidad el régimen genocida de Videla, Viola y Galtieri, que se lanzó a la guerra de manera aventurera, basándose en una serie de cálculos complemente erróneos sobre como actuarían las potencias, en particular Estados Unidos.
La guerra dejó el desnudo, además, la impotencia y cobardía de las mismas fuerzas armadas que, durante los 6 años previos, habían desarrollado una política genocida contra el pueblo trabajador.
Las mismas fuerzas represivas que montaron los centros clandestinos de detención y realizaron un plan sistemático de desaparición, torturas, robo de bebés y latrocinio de los bienes de quienes eran secuestrados, se rindieron cobardemente frente a las fuerzas británicas. La oficialidad que se ufanaba de su rol en lo que fue llamado “guerra anti-subversiva”, demostró una cobardía enorme, con ejemplos de un patetismo extremo como el de Alfredo Astiz, que se rindió sin prácticamente disparar un tiro.
Pero la guerra dejó al desnudo que Malvinas era -y sigue siendo- una demanda de amplias capas de la población. La enorme solidaridad que se desarrolló en todo el pueblo en relación al conflicto, las movilizaciones de apoyo, la aparición de voluntarios que se enlistaban para pelear, entre otras cosas, demostraron que la causa de las islas era una causa nacional. Era la causa contra una de las grandes potencias que, históricamente, había impuesto sumisión al país. Esa simpatía antiimperialista también se vio reflejada en la solidaridad de otros pueblos latinoamericanos.
El enfrentamiento entre una potencia imperialista -que aun hoy sigue sosteniendo posiciones coloniales- y una nación oprimida como Argentina, implicaba una guerra justa por parte de nuestro país. Eso, a pesar de la decisión aventurera de la dirección de las fuerzas militares.
Desde 1982 en adelante, cierto progresismo crítico de la guerra, se mostró favorable a rendir armas ante esa misma potencia imperialista, en aras de lograr la paz y la democracia. La crítica a la política de la dictadura se convirtió en la crítica a la guerra misma y a su contenido. Es decir, primó la naturalización de la dominación imperialista.
¿Es justo el reclamo de soberanía?
Las islas, usurpadas por los ingleses en 1833 tras la expulsión de la guarnición enviada desde Buenos Aires, forman parte del territorio argentino. Es incuestionable desde el punto de vista histórico y geográfico el derecho de Argentina sobre las islas. Gran Bretaña es una potencia imperial que se apoderó de las Malvinas sin ningún derecho, solo el de la fuerza.
No son los kelpers los que deben decidir sobre el futuro del territorio, como propuso en 2012 un grupo de intelectuales y periodistas argentinos en sintonía con lo planteado por el gobierno británico y los isleños, quiénes votaron mantener la ciudadanía británica.
La autodeterminación -o sea, el derecho a decidir sobre su futuro, incluso la independencia o separación de una nación de otra- es un derecho democrático, elemental de todo pueblo que es sojuzgado por un país opresor. Sin embargo, en el caso de Malvinas, la población fue trasladada desde Inglaterra para asegurar la ocupación y garantizar así lo que se llama enclave colonial, en este caso de la usurpadora corona británica.
Al tomar partido por Argentina en 1982, ¿se estaba aceptando la aventura militar de Galtieri?
La ocupación de Malvinas por las fuerzas argentinas fue pensada como una forma de presión sobre Inglaterra, para acelerar las negociaciones con la mediación de EE.UU., con el propósito de conseguir algún logro y así mejorar la situación interna del gobierno militar. Pero fueron los ingleses los que frustraron sus planes. El desembarco argentino le dio al gobierno de Thatcher la oportunidad de salir de su propia crisis y aprovechar la situación para exacerbar el espíritu patriótico de su población.
Una vez que estalló la guerra, la ubicación en el bando militar argentino no significó a priori dar respaldo a la política de la dictadura, sino impulsar la defensa de la nación semicolonial (Argentina) contra la agresión imperialista. A estas clases de guerras, en las que un país colonial o semicolonial, se enfrenta a una potencia opresora, los socialistas revolucionarios las llamamos “guerras justas” o “guerras de liberación nacional”, donde sin dudar apoyamos a la nación oprimida contra la agresora. No somos neutrales en este tipo de guerras. A su vez, todo antiimperialista consecuente tenía la obligación de dejar en evidencia las intenciones de la dictadura -la denuncia de la “aventura militar” debía tener ese propósito- y levantar una política independiente aún en el terreno militar para derrotar a Inglaterra.
¿El triunfo argentino hubiese debilitado la lucha contra el gobierno militar?
La guerra puso en un primer plano la defensa de los intereses de la nación semicolonial, independientemente de su régimen político. El imperialismo podía haber salido de la guerra con suficiente poder como para elegir a un dictador afín a sus intereses (un Augusto Pinochet). No obstante, el desgaste de la dictadura no daba lugar a este tipo de salidas. La gente salió a las calles al grito de “los pibes murieron, los jefes los vendieron”. La derrota de Malvinas aceleró la crisis del gobierno militar pero al mismo tiempo, fue clave para el avance del imperialismo en nuestro país, de la mano de los gobiernos democráticos, y en el resto de la región.
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