Si inexplicable fue el golpe de Estado que derrocó al presidente Arturo Illia, violenta y oscurantista fue 'La noche de los bastones largos' del 29 de julio de 1966, marca indeleble de la destrucción de la universidad, la acción que castigó con palos a decanos, profesores y estudiantes universitarios el desalojo de las facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que incluyó un simulacro de fusilamiento en la Ciencias Exactas donde ocurrió el epicentro de la represión policial y terminó con un joven mendocino muerto, Santiago Pampillón, en Córdoba, en septiembre de aquel año.
El operativo en Exactas, que funcionaba en la porteña calle Perú 222, donde ahora está la Manzana de las Luces, comenzó alrededor de las 23:00 con la presencia del jefe de la Policía Federal, general Mario Fonseca, quien dirigió el ejercicio del cuerpo de infantería de la fuerza.
Los uniformados ingresaron a la facultad y comenzaron a golpear a todos los que podían aplicarle un palo por la cabeza, por las costillas e inclusive en la cara, como sufrió el vicerrector de la UBA, Manuel Sadosky.
Una de las víctimas, Cristina Wisnivesky, estudiante de biología por entonces, recordó más tarde que recibió un golpe en la cabeza que la desmayó y cuando unos minutos más tarde recuperó el conocimiento fue puesta en fila contra la pared junto a otros. Los policías se ubicaron detrás y ella escuchó 'preparen, apunten...' No hubo fuego, pero sí un momento de terror.
Wisnivesky lo contó en el libro "La Noche de los Bastones Largos. 30 años después", de Sergio Morero, Ariel Eidelman y Guido Lichtman, de la colección documentos de Página/12.
Cuando comenzaron el desalojo de la sede de Exactas, a las autoridades, profesores y estudiantes los esperaba una doble fila de uniformados que se especializaron en pegar con los bastones a todos los que salían, con especial ensañamiento a las mujeres, a las que golpeaban en la cara si podían, según el testimonio que recogieron los autores.
El departamento de Biología de Exactas tenía una dependencia en la misma manzana por la calle Moreno, donde los represores ubicaron una tanqueta en la puerta como para que no disparara nadie. Como la sala era pequeña -según la descripción de los testigos- las tropas de la Policía Federal destruyeron todo.
Acaso por este hecho infausto de la historia universitaria y el uso indiscriminado de los palos, el historietista Quino le haya hecho decir a Mafalda que fueron 'los bastones abolla ideología' -una de las frases más célebres que graficaron la época- los que aplicaron aquella noche.
Los cerca de 200 detenidos que se hicieron en Exactas fueron conducidos por cinco celulares policiales a las seccionales 1ra., 2da., 4ta., 12a. y 22da, en una de las cuales estuvo Sadosky durante varias horas.
El decano de Ciencias Exactas, Rolando García, que había recibido un golpe en las costillas, fue quien se encargó de ir a las comisarías a sacar al vicerrector de la UBA, a los profesores y a los estudiantes.
García, acusado por entonces de "comunista", dijo que fue "a las celdas y me encontré con Sadosky, y con un profesor universitario estadounidense Warren Ambrose, y con muchos más. La paradoja fue que yo, que era el cuco comunista y a quien querían sacar a palos, fui recorriendo y sacando a todo el mundo", agregó con una ironía histórica.
El rector de la UBA, Hilario Fernández Long, expresó que "los bastonazos no fueron lo peor, lo peor fue que destruyeron la universidad. El episodio en sí fue más que nada una venganza contra Rolando García, porque los militares le tenían mucho odio a la gente de izquierda y pensaban que la universidad era un nido de comunistas".
Fernández Long y García habían competido un año antes por quién sería el rector de la UBA, donde se impuso el primero, que era la cabeza de una corriente llamada humanista frente al reformismo del científico de Exactas.
La represión de la noche de los bastones no se circunscribió a Exactas, también se reprodujo en Filosofía y Letras y en Arquitectura y Urbanismo donde la acción policial tuvo menor envergadura y no hubo detenidos, de acuerdo con las crónicas.
La intervención de las ocho universidades nacionales del país se conoció por el decreto ley del dictador Juan Carlos Onganía, que terminó con la autonomía que regía desde la reforma universitaria de 1918.
Las clases en las universidades fueron suspendidas hasta el 16 de agosto, día en que asumió el interventor Luis Botet, frente a lo cual los estudiantes protagonizaron una protesta. El 22 del mismo mes, el gobierno de facto disolvió la Federación Universitaria Argentina (FUA), que motivó una marcha del centro de estudios de ingeniería, La Línea Recta, en la esquina porteña Pueyrredón y Viamonte, donde hubo 83 detenidos.
El 26 de agosto la policía cordobesa disolvió una movilización universitaria y el 7 de septiembre hubo otra concentración en el barrio Clínicas donde cayó herido el estudiante de ingeniería, miembro fundador de la agrupación Franja Morada y delegado de la automotriz IKA, Pampillón, quien murió días después. El entierro en la ciudad de Mendoza fue multitudinario.
Como resultado de las intervenciones a las ocho universidades nacionales de todo el país, el éxodo de científicos y alumnos adelantados fue fenomenal. Este hecho provocó la mayor fuga de cerebros de la Argentina hacia el resto del mundo.
La investigación de Marta Slemenson, del Instituto Di Tella, determinó que en la UBA renunciaran 1.378 docentes, esto es, el 22,4 por ciento del total de la casa de estudios. En Exactas se fue el 77,4 por ciento del plantel científico, en Arquitectura lo hizo el 47,7 y en Filosofía el 68,7.
Se fueron todos los directivos de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba), con Boris Spivacov a la cabeza, quien un año más tarde fundó el exitoso Centro Editor de América Latina (CEAL).
También hubo renuncias en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y hasta ocurrió que en la Universidad Católica Argentina (UCA) despidieron profesores por haber firmado una solicitada en la que se oponían a la intervención de las universidades nacionales.
Contó el investigador y testigo Luis Quesada que en Exactas de la UBA hubo casos en que se fue "el equipo completo: profesor titular, adjunto, el asociado, el ayudante y los estudiantes avanzados".
Muchos de los científicos emigraron a Chile, Brasil, Venezuela, Perú, Uruguay y a los Estados Unidos. "Toda la química inorgánica de Chile -puntualizó Quesada- se hizo con gente de acá y lo mismo con la Ecología y la Física de Brasil o la oceanografía de Venezuela".
El día del derrocamiento de Illia, el rector de la UBA Fernández Long aprobó un comunicado que decía: "En este día aciago en el que se ha atentado contra los poderes constituidos...". Esta declaración en nombre de la UBA fue la única de una institución del país de repudio al golpe militar contra el gobierno democrático.
Cuando Onganía dispuso la intervención, Fernández Long se fue del despacho de la UBA y no regresó jamás, sin siquiera considerar la posibilidad de permanecer como administrador bajo la dirección del Ministerio de Educación.
El ánimo destructivo del gobierno de facto contra la universidad no terminó en los primeros meses después del golpe, se prolongó durante varios años. En lo que hoy es un estacionamiento en la Manzana de las Luces sobre la calle Perú había una construcción de la facultad de Ciencias Exactas construida por el decano García.
El edificio fue demolido. Así lo recuerda Alicia Spiegelman, por entonces estudiante y ayudante de Minerología. "Un verdadero símbolo fue la destrucción de la edificación de Perú en 1970. No había ninguna necesidad de hacerlo, no había razones técnicas para tirarla abajo. Donde ahora hay un estacionamiento había una construcción nueva, toda de hormigón, donde funcionaban varios laboratorios y a la que jocosamente llamábamos 'Rolando Palace'".
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