viernes, 23 de septiembre de 2016

Macri, Malcorra, y la cuestión Malvinas

UNA HERIDA QUE NO PARA DE SANGRAR

L
as Islas Malvinas son un tajo en el alma del colectivo argentino. En casi 200 años de apropiación inglesa cuesta encontrar un absurdo como el que protagonizó esta semana el gobierno argentino.
La Canciller Susana Malcorra, embarcada en su deseo de convertirse en la primera mujer secretaria general de la ONU, firmó una declaración conjunta con el Foreign Office en la que se apuntaba a ampliar los vuelos desde Argentina a las Islas y a revisar el bloqueo que por ley rige sobre la búsqueda de petróleo en el mar argentino. Textualmente, el comunicado dice: “remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos”. La ley 26.659 del 2011 impone severas multas y consecuencias penales a las empresas y directivos que colaboren, directa o indirectamente con las explotación de gas y petróleo en la plataforma continental argentina. El espíritu de esta ley es reducir los beneficios económicos extraordinarios de los kelpers, y lograr que las Islas sean una carga fiscal para Inglaterra,  apuntando a que la opinión pública y el Congreso británicos consideren seriamente negociar la soberanía.
Goya, "El Aquelarre", 1798
Con  ligereza, el gobierno antepone condescendencia a su propia integridad. Por ideología o interés (o ambas), reduce a la nada la memoria. Los habitantes de Malvinas ya manifestaron su rechazo absoluto a cualquier posibilidad de acercamiento, y en los años noventa  las relaciones amigables y el Osito de Di Tella fueron suficientes para saber hacia donde no hay que orientar la estrategia.
Por un hipotético apoyo en cuestiones financieras, la Alianza Cambiemos pone en riego la firmeza del reclamo de soberanía sobre nuestras queridas y dolorosas Islas Malvinas. Tira por la borda el apoyo de casi todo el mundo para forzar la descolonización  jaqueando la institucionalidad al intentar ignorar la ley que el congreso votó por amplia mayoría para proteger nuestros intereses en el Atlántico Sur.
Las idas y vueltas de los últimos días entre el Presidente y la Canciller no aclaran nada. No es esta una cuestión de prueba y error como tantas otras en estos diez aciagos meses. Es una cuestión de sangrado. La sutura que detenga la hemorragia no estará hecha de sumisión sino de firmeza y coherencia.




Fabio Faes
23 de Septiembre de 2016

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